Juan Blay Navarro, cronista oficial d’Oliva des de 1956 fins a la seua mort en 1968, va ser mestre d’escola i autor del llibre Historia
de la ciudad de Oliva, publicat en 1960. En aquesta obra conta breument les
peripècies i desventura d’un xicon conegut pel malnom de Malasangre. He de dir que el nom em resulta familiar, però no sabria dir per què; potser fou protagonista d’alguna
anècdota que em contara el meu avi. Juan Blay va creure convenient recordar el xaval en tractar sobre la història del nostre poble. Jo també ho crec, i considere oportú donar a conéixer el personatge transcrivint les paraules de Blay:
Mientras estaba
en Oliva, allá por los años 1930, venía a mi escuela un niño de unos doce años,
estúpido, y entraba en clase sonriendo, se sentaba en el estrado y cuando se cansaba,
muy contento, se despedía. Marchaba a pedir dinero y comida, llevaba la cabeza
rapada y pedía un «chavo» por dejarse pegar un puñetazo en la cabeza, habiendo
desalmados que lo hacían; y cuando le parecía marchaba a merodear el campo a comer
uvas, higos, etc.; y una de las veces le pilló la lluvia frente al Cementerio y
entró y se puso dentro de un nicho. Como era bastante alto los pies le quedaban
fuera. Al día siguiente el conserje del Campo Santo, al revisar y ver unos pies
fuera, se asustó y llamó a grandes voces, y entonces salió el «Malasangre» y
dijo el guardián: ¡Tú habías de ser!, y en contestación el chico paró la mano
para el «chavo» y bajo la cabeza para recibir el coscorrón.
Este niño
grandote era la antítesis de Sansón, mientras éste tenía la fuerza en los
cabellos, «Malasangre» sin ellos vencía a los perros de presa y policías, que
se los azuzaban, y éste tan pronto abrían la boca para morderle, lo cogía del
garguero y caían muertos como heridos por un rayo.
El pobre
muchacho en la revolución lo encerraron en la cárcel, y el muchacho empezó a
gritar diciendo que tenía hambre, y al no callar, sin ningún miramiento, le
impusieron silencio dándole un escopetazo, un majo de los milicianos. No cayó
por la Patria, pues no tenía la luz de la razón para distinguirlo, pero dada su
inocencia recobró la luz superior a la razón natural, pasando a la luz
sobrenatural divina y eterna.
El mestre i cronista Juan Blay Navarro |
Font:
Juan BLAY NAVARRO, Documentos y datos para la historia
de la ciudad de Oliva, ECIR, València, 1960.
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